CÓMO ORGANIZAR UN GENOCIDIO

Se cumplen 20 años del genocidio de Ruanda, en el que el ritmo de matanzas llegó a ser tan letal, que los hutus a punto estuvieron de eliminar de la familia de la humanidad a todo un grupo humano: los tutsis.

Aunque se considera al Holocausto judío como el genocidio paradigmático, los asesinos ruandeses fueron tres veces más efectivos que los genocidas nazis. Sin cámaras de gas, sin la logística europea ni la eficiencia alemana. Las cifras apabullan: 11.000 muertos al día, 470 asesinatos cada hora, 8 cadáveres al minuto en un país de la extensión de Galicia.

Todo eso ocurrió hace 20 años, y muchos de los asesinos han empezado a salir de prisión y a volver a sus casas, a sus aldeas, a sus calles y a encontrarse con sus víctimas, aquellos que sobrevivieron a las matanzas escondidos en pantanos, cosidos a machetazos por los mismos que ahora regresan a vivir al lado. Palabras como perdón, olvido, memoria o reconciliación cobran aquí todo su sentido. Jon Sistiaga regresa al país 19 años después de su primera visita para encontrarse con víctimas y victimarios.

«Dice Jean Pierre, mi traductor, que Ruanda es un país lleno de asesinos. Que cuando una parte de la población logra exterminar al 70% de la otra parte de la población, a un millón de personas a machetazos en tres meses, tiene que haber, forzosamente, mucho asesino. Éste es un viaje a las brumas de la maldad humana», Jon Sistiaga.