HONDURAS: LA MARA VIDA

Diecinueve personas son asesinadas al día en Honduras, el país sin guerra más violento del mundo. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito le adjudica una tasa de 80 homicidios por cada 100.000 habitantes. México, el supuesto paradigma de la violencia criminal, tiene una tasa de 21, tres veces menos.

Jon Sistiaga retrata en este reportaje el horror cotidiano que se vive en las calles de las principales ciudades hondureñas. A los tres días de llegar al país ya había presenciado doce asesinatos: taxistas, ingenieros, narcotraficantes, pandilleros… Una violencia nihilista, brutal, con descuartizados y decapitados, en la que asesinar no es un medio, sino el mismísimo Fin. Jóvenes pandilleros se matan entre sí por una esquina en la que vender su droga. Las maras controlan barrios enteros en Honduras. Los narcos imponen su orden. El Estado se ve desbordado. La policía está infiltrada y corrompida. La impunidad es clamorosa. Honduras es ahora el nuevo destino para decenas de empresas de seguridad privada. Un territorio descontrolado, con casi 7.000 muertos al año.

Los expertos de la ONU definen ‘homicidio’ como el acto de asesinar a alguien de manera intencionada. No se incluyen, por tanto, ni suicidios ni muertes en guerra. Honduras está a la cabeza de esta clasificación desde hace años, y San Pedro Sula, la segunda ciudad del país, su corazón industrial, es desde 2011 la ciudad más mortífera del mundo. El año pasado hubo allí casi 1.500 muertos. Cuatro asesinatos al día.

Hay una letal combinación de factores que, según algunos analistas, puede conseguir que un país se convierta, como Honduras, en un ‘Estado fallido’: una fuerte desigualdad y un desastroso reparto de la riqueza, la corrupción instalada en todos los estratos sociales, el nepotismo de las clases dirigentes, la impunidad provocada por una policía corrompida y una judicatura sin medios. Si a todo esto le sumamos que por Honduras pasa el 90% de la cocaína que va para Estados Unidos, que ahora los narcos ya no pagan en dólares, sino en droga, en especie que hay que vender en el propio país creando demanda en las calles, y que los narcos contratan para ello a las maras, que inician una guerra despiadada por el territorio y el narcomenudeo, ya tenemos el escenario para un perfecto Apocalipsis criminal.